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domingo, 3 de diciembre de 2017

Un recuerdo para nuestra memoria analógica

En la era digital la memoria se mide en bytes (kb, mb, tb). Físicamente es un pedacito de algo en el que se guarda un sinfín de información. Ahora también está "la nube", que básicamente es alojar toda la información en algún lugar ubicable y privado de internet. Y está todo ahí, es inalterable. No cambia nada, salvo que uno ingrese a modificarlo. Lo que se archiva queda ahí: Fotos, videos, algún escrito, o documento escaneado, todo.

Siempre hubo alguna forma de preservar información importante o a la que se le otorga algún valor personal o material. Pero ahora se aloja todo, desde el momento en que desde un teléfono se guardan todas las fotos que sacamos, las calles que pisamos, lo que mandamos y recibimos por algún servicio de mensajería o el correo electrónico. Alguien mayor de 30 quizás ahora empieza a ver su vida archivada a través de estos dispositivos o funciones, pero un chico de unos 25 por ejemplo ya tiene su historia de vida prácticamente archivada. Ni hablar un niño de 10 años, que seguramente puede ver la filmación de su nacimiento y decenas de fotos de prácticamente cada día de su vida.
Me ocurre habitualmente que mi hija me pide que no le saque fotos. Claro, se ve fotografiada cientas de veces por sus padres, y eso que somos muy cuidadosos y nos publicamos frenéticamente en las redes cada momento. Pero ella, de 6 años, ya sabe que tiene imágenes de su vida archivada y también va sabiendo que tiene derecho a que no le saquen fotos si no quiere, porque no está de animo, porque la situación le incomoda, o simplemente porque no.

Todavía me acuerdo del teléfono de mis abuelas, que fallecieron hace alrededor de 6 años, y que no usaban ya esas líneas desde antes. Y si hago un poco de esfuerzo, hasta el de algún compañero de la primaria que hace más de 20 años que no llamo. Así como en este caso preservo la memoria para algo hoy tan inútil, puedo decir que recuerdo la fecha de nacimiento, el día del cumpleaños de la mayoría de mis afectos. De algunos se me confunden, pero en general los recuerdo sin tener que recurrir al Facebook. El problema en este caso es que nadie lo sabe, y con más razón me reclaman cuando no "recuerdo" el día y no saludo. Porque ahora no hay excusa: La red tiene que haberme avisado que era el cumpleaños de mi primo, y yo debí haberlo saludado como corresponde.

Hoy no hay forma de olvidar algo, y no te dejan. ¿Qué no tengo derecho a olvidarme de un cumpleaños, o a acordarme dignamente yo por mis propios medios?
Lo digital es inalterable, inapelable. Es así, no hay discusión, y el avance de los smartphones y las redes sociales ayudan a reforzarlo y a que olvidemos el lugar de nuestra memoria "analógica", por llamarle en contraposición a la memoria digital.

No es en desmedro de todo lo que "lo digital" hace por nosotros. No, porque soy el primero en sacar 100 fotos de un acto escolar y guardarlas en el "drive". Pero sí quiero darle un merecido homenaje a nuestra memoria, esa memoria analógica, la que recuerda lo que quiere, que selectivamente borra algunos malos recuerdos para poder seguir adelante, que hace que las personas hayan sido mejores a con el tiempo (más cuando ya no están entre nosotros), la que con el tiempo va transformando las buenas historias en aun mejores. Desde aquel recital de Charly García en el que nos quedamos afuera, aquel amigo con el que gritábamos "Toro..." cuando pasaba un Torino, esa serie del noventa y pico con Sbaraglia y Lito Cruz que estaba tan buena, a la invitación a esa chica a "Bar y Artes" con la que ya llevamos más de 15 años de cafés. Todas esas historias son verdaderas, ocurrieron. De la mayoría no tengo registro en nigún de tipo más que acá, en mi cabeza. Un pequeño puñado de felices recuerdos, y gracias a la memoria analógica con el pasar del tiempo ahora son mejores.

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